El aloe es muy mágico, entra por el corazón y no te deja». Esta es una de las ideas fundamentales que rige la vida de Ángela del Cueto. No en vano, esta asturiana de Gijón es la actual responsable de Ca n’Aloe, una empresa que hace ya doce años decidió apostar por este producto cuando nadie lo conocía.
El culpable de ello fue su pareja, el belga Frederic Van Cleemput, un alquimista que ya vendía otras cremas en un mercadillo de Benidorm. Un día entró en contacto con esta planta y tras comprar unas cuantas a un chico de Alcoy decidió empezar a hacer sus propias cremas en su propia cocina «de forma totalmente artesanal, quitando la gelatina de la hoja y mezclándola con otros tipos de productos de su propia cosecha».
Primeros éxitos
Frederic comenzó con una sóla crema pero enseguida tuvo un gran éxito ya que nadie conocía «el fantástico poder de penetración que tiene en la piel y que, añadido a otros productos, hace que sea buenísimo para el organismo».
Sin embargo, según el alquimista belga, «con esto también llegó el Ministerio de Sanidad con sus exigencias y limitaciones, lo que nos hizo buscar un laboratorio que cumpliera con todas las normas de higienes y calidad europeas».
Para ello se pusieron en contacto con la familia Suñer, que llevaban en Valencia con su laboratorio artesano desde 1940 y que había estudiado la cosmética en Alemania. Enseguida comenzaron a trabajar juntos y desde entonces el negocio ha ido creciendo, y desde que Frederic está jubilado, todo está en manos de Ángela.
Ahora juntos desde Eivissa piensan nuevos productos que pasan a sus socios valencianos quienes se encargan de crearlos para luego venderlos en Las Dalias y a otros clientes que venden con su propia marca y sólo ponen su etiqueta.
Eso sí, sus geles hidratantes 100% aloe, cremas, geles relajantes, aceites naturales, champús, geles dentales sin blanqueadores químicos o mascarillas de algas y arcilla, «son totalmente biológicos, libres de conservantes y sin alérgenos y cuentan con los certificados de IASC y ECOCERT».
Sin embargo, según Frederic, «esto no es tarea fácil ya que tal y como están cambiando los tiempos muchos componentes de las cremas que antes se consideraban biológicos ahora no lo son y hay que cambiarlos por otros, lo que nos hace estar siempre evolucionando».
Algo que no les importa porque ambos aseguran que «están ante el maravilloso reto de demostrar al mundo que se puede hacer productos cien por cien ecológicos».